Una vez, cuando los hasidas estaban reunidos sentados en hermandad, pipa en mano, el rabino Israel se unió al grupo. Al ser un hombre muy afable le preguntaron, «Dinos querido rabino, ¿por qué deberíamos servir a Dios?» El se vio sorprendido por la pregunta y replicó, «¿Cómo voy a saberlo?» Pero entonces les contó esta historia... Hubo una vez dos amigos del rey y ambos resultaron ser culpables de un crimen. Puesto que el rey les amaba quiso ser clemente con ellos, pero no los pudo exculpar porque ni la palabra de un rey puede prevalecer sobre la justicia. De modo que dictó esta sentencia. Se tendería una cuerda sobre un profundo abismo y uno tras otro, los dos tendrían que cruzar por ella. El que llegara al otro lado tendría garantizada su vida. Se hizo como el rey había ordenado y el primero de los amigos cruzó sano y salvo. El otro, sin haberse movido aún, le gritó, «¿Dime amigo, ¿cómo te las apañaste para cruzar?» El primero le contestó, «No sé como lo hice, pero sólo sé una cosa: cuando sentía que me iba hacia un lado, me inclinaba hacia el otro».
La Existencia es paradójica; la paradoja es su misma esencia. Existe a través de los opuestos, es un equilibrio de los opuestos. Y uno que aprende a equilibrarse se vuelve capaz de conocer lo que es la vida, lo que es la Existencia, lo que es Dios. La clave secreta es equilibrarse.
Unas cuantas cosas antes de entrar en esta historia...
Primero: nosotros hemos sido educados según la lógica aristo¬télica, que es lineal, unidimensional. La vida no es en absoluto aristotélica, es hegeliana. Su lógica no es lineal, su lógica es dialéctica. El proceso mismo de la vida es dialéctico, un encuentro entre los opuestos. Un conflicto, entre los opuestos y aun así un encuentro de los opuestos. Y la vida transcurre a través de este proceso dialéctico: desde la tesis, a la antítesis, desde la antítesis a la tesis, y luego, de nuevo, la síntesis se convierte en una tesis. Todo el proceso comienza una vez más.
Si Aristóteles estuviera en lo cierto, habria solamente hombres y no mujeres o solamente mujeres y no hombres. Si el mundo estuviera hecho de acuerdo a Aristóteles, solamente existiría luz y no oscuridad, o solamente oscuridad y no luz. Eso seria lo lógico. Existiría o bien la vida, o bien la muerte, pero no ambos.
Pero la vida no se basa en la lógica aristotélica. La vida es ambos. Y la vida es únicamente posible debido a que ambos existen, debido a los dos opuestos: al hombre y a la mujer, al ying y al yang, al día ya la noche, al nacer y al morir, al amor y al odio. La vida consiste en ambos.
Esto es lo primero que has de dejar que penetre profundamente en tu corazón, porque Aristóteles está ya en la mente de todo el mundo. Todo el mundo de la educación cree en Aristóteles, aunque para las más avanzadas de las mentes científicas, Aristóteles está pasado de moda. Ya no es apli¬cable. La ciencia ha trascendido a Aristóteles porque la ciencia se ha aproximado a la Existencia y ahora la ciencia entiende que esta vida es dialéctica y no lógica.
Oí una vez.
¿Sabías que en el arca de Noé estaba prohibido hacer el amor mientras estuvieran embarcados?
Cuando las parejas salían del Arca después del Diluvio, Noé las observaba mientras salían. Por fin, el gato y la gata salieron seguidos de una numerosa corte de gatitos. Noé alzó sus cejas de forma interrogadora y el gato le dijo, «¿Te creíste que estábamos peleando?»
Noé debió de ser aristotélico. El gato sabía más.
El amor es como una pelea, el amor es una pelea. Sin lucha el amor no existiría. Parecen opuestos porque creemos que los amantes nunca se pelean. Esto es algo lógico. Si amas a alguien, ¿cómo te vas a pelear con él? Es absolutamente claro y obvio para el intelecto que los amantes nunca debieran pelear, pero lo hacen. En realidad son íntimos enemigos, continuamente están peleando. En esta pelea, es liberada la energía la que llamamos amor. El amor no es solamente pelearse, el amor no es solamente enzarzarse, eso es cierto. Es más que eso. Tam¬bién es un pelearse, pero el amor lo trasciende. El pelearse no puede destruirlo. El amor sobrevive al pelearse, pero no puede existir sin él.
Mira la vida: la vida es anti-aristotélica, es no-euclidiana. Si no aplicas tus conceptos a la vida, si simplemente miras a las cosas tal y como son, entonces te verás sorprendido de improviso al ver que los opuestos son complementarios. Y la tensión entre los opuestos es la base misma sobre la cual la vida existe; si no, desaparecería. Piensa en un mundo donde la muerte no existiera... Tu mente podría decir «Entonces la vida perduraría eternamente», pero te equivocas. Si la muerte no existiera, la vida simplemente desaparecería. No puede existir sin la muerte. La muerte le aporta el contraste, la muerte le confiere color y riqueza, la muerte le comunica pasión e intensidad.
Por eso la muerte no está en contra de la vida; eso es lo primero. La muerte está implicada en la vida. Y si quieres vivir de un modo auténtico has de aprender a morir de un modo auténtico. Has de aprender a mantener un equilibrio entre el nacer y el morir y has de permanecer justo en el medio. Ese permanecer en el medio no puede ser algo estático, no consiste en que una vez hayas obtenido algo todo, se acabe, que entonces no haya nada más que hacer. Eso es una tontería. Uno nunca alcanza el equilibrio definitivo; uno ha de alcanzarlo una y otra vez.
Esto es algo muy difícil de comprender porque nuestras mentes se han desarrollado bajo conceptos que no son aplicables a la vida real. Crees que una vez has alcanzado la meditación no hay necesidad de nada más, que entonces estarás ya en meditación. Te equivocas. La meditación no es algo estático. Es un equilibrio. Has de lograrlo una y otra vez. Te volverás más y más capaz de alcanzarlo, pero no perdurará para siempre como algo que poseas en tus manos. Ha de ser reclamado a cada instante; solamente entonces será tuyo. No puedes descansar, no puedes decirte, «He meditado, he experi¬mentado eso y ahora ya no hay necesidad de que haga nada más. Ya puedo descansar». La vida no cree en los descansos. Es un movimiento constante desde la perfección hacia una perfección mayor.
Escúchame: desde la perfección hacia una mayor perfec¬ción. Nunca es imperfecta, siempre es perfecta, pero siempre puede alcanzarse mayor perfección. Bajo el punto de vista de la lógica estas afirmaciones son absurdas.
Estaba leyendo una anécdota...
Un hombre fue acusado de pagar una cuenta con moneda falsa. Al oído, el acusado arguyó que él no sabía que el dinero era falso. Al solicitársele pruebas admitió, «Es porque yo io robé. ¿Habría robado yo el dinero si hubiera sabido que era falso?»
Después de pensárselo un rato, el juez decidió ser benévolo, de modo que retiró los cargos de falsificación, pero los sustituyó por uno nuevo: el de robo.
«Es verdad que lo robé», admitió el acusado, «pero el dinero falso no tiene valor legal. ¿Es pues un crimen robar algo que no vale nada?»
Nadie pudo encontrar fallo alguno en su lógica; por lo que fue puesto en libertad.
Pero la lógica no funciona en la vida. No puedes quedarte libre tan fácilmente.
Puedes salir de una trampa de un modo legal y lógico porque la trampa consiste en lógica aristotélica. Puedes emplear la misma lógica para salirte de ella. Pero en la vida no te será tan fácil escaparte gracias a la lógica, gracias a la teología, gracias a la filosofía, gracias a tu gran inteligencia, a tu habilidad inventando teorías. Solamente podrás salirte de la vida o trascenderla mediante la auténtica experiencia.
Hay dos clases de personas que son religiosas. El primer tipo es el infantil que busca la figura del padre. El primer tipo es inmaduro, no es capaz de confiar en sí mismo, por esto necesita de un Dios en alguna parte.
Puede que Dios exista o no, eso no importa, pero necesita de Dios. Incluso aunque Dios no exista, la mente inmadura lo inventará porque la mente inmadura tiene una necesidad psicológica. No es cuestión de si Dios existe o no; es una necesidad psicológica.
En la Biblia se dice que Dios hizo al hombre a su propia imagen, pero la inversa es más cierto: el hombre hizó a Dios a su propia imagen. Sea cuál sea tu necesidad, creas esa clase de Dios, por eso el concepto de Dios varía según las épocas. Cada país tiene su propio concepto porque cada país tiene sus propias necesidades. De hecho cada persona posee un concepto diferente de Dios porque sus necesidades están ahí y ha de satisfacerlas.
Por eso el primer tipo de persona religiosa, la mal llamada persona religiosa, es sencillamente una persona inmadura. Su religión no es una religión, sino una psicología. Y cuando una religión es psicología, es simplemente un sueño, un deseo, una satisfacción de deseos. No tiene nada que ver con la realidad.
Estaba leyendo...
Un niño. estaba rezando sus, oraciones y acabó con esta frase, "Dios mío, cuida de mamá, cuida de papá, cuida de mi hermanita y de tía Emma y de tío John y del abuelo y de la abuela y, por favor, ¡cuida de ti mismo o todos nosotros estaremos perdidos!"
Este es el Dios de la mayoría. El noventa por ciento de la gente a la que llamas religiosa es gente inmadura.
Creen porque son incapaces de vivir sin creencias; creen porque la creencia les da cierta clase de seguridad; creen porque la creencia les ayuda a sentirse protegidos. Es su sueño, pero les ayuda. En la noche oscura de la vida, en la gran lucha por la existencia, sin una creencia así se sentirían solos. Pero su dios es su dios, no el Dios de la realidad. Y una vez se deshagan de su inmadurez, su dios desaparecerá.
Eso es lo que le ha ocurrido a mucha gente. En este siglo mucha gente se ha vuelto irreligiosa. No es que hayan llegado a saber que Dios no existe, sino que, en estos tiempos, el hombre ha madurado. El hombre ha llegado a la edad adulta, el hombre se ha vuelto un poco más maduro, de modo que el dios de la infancia, el dios de la mente inmadura sencillamente se ha vuelto irrelevante.
Eso es lo que quiere decir Friederich Nietzsche cuando declara que «Dios ha muerto». No es que Dios esté muerto; es el dios de la mente inmadura el que ha muerto. En realidad el decir que Dios ha muerto no es correcto porque ese dios nunca ha estado vivo. La única expresión acertada sería decir que «Dios ha dejado de ser importante». El hombre es capaz de confiar más en sí mismo, no necesita creer, no necesita de las muletas de la creencia.
Por eso la gente ha ido perdiendo más y más el interés en la religión, se han vuelto indiferentes a lo que ocurre en las iglesias" Se han vuelto tan indiferentes que ni siquiera discrepan de lo que se dice en ellas.
Si dices, «¿Crees en Dios?», te contestarán, «Está bien tanto si existe como si no existe; no importa, no hay diferencia alguna». Tan sólo para ser corteses, si tú eres creyente te dirán, «Sí, lo hay». Si no eres creyente, te contestarán, «No, no existe». Pero ha dejado de ser algo que preocupe apasionadamente.
Esta es la primera clase de religión, la que ha existido por los siglos de los siglos: en todas las épocas y que se está volviendo más y más anticuada, obsoleta. Su tiempo ha pasado. Se necesita de un dios nuevo, que no, sea psicológico, se requiere de un nuevo dios que sea existencial: el Dios de la Realidad, el Dios como realidad. Podemos incluso abandonar la palabra «Dios» «Lo Real» nos puede servir, «lo Existencial» nos puede servir.
Luego hay un segundo tipo de gente religiosa para la cual la religión no nace del miedo. El primer tipo de religión nace del miedo; el segundo tipo, también falso, también pseudo, también mal llamado religión, no nace del miedo. Nace de la astucia. Hay gente astuta que inventa teorías, que es muy hábil con la lógica, con ia metafísica, con la filosofía. Crean una religión que es pura abstracción, una hermosa pieza de arte, de inteligencia, de intelectualidad, de filosofía, pero que nunca penetra en la vida, que nunca roza la vida, que simplemente permanece como una idea abstracta."
Una vez Mulla Nasrudin me estaba diciendo, «Nunca he llegado a ser lo que debiera de haber sido. Robaba sandías y pollos, me emborrachaba y me metía en peleas a puñetazo y navajazo limpio, pero hay una cosa que nunca he hecho: a pesar de toda mi mezquindad, nunca me he desecho de mi religión».
¿Qué clase de religión es ésta? No tiene impacto sobre la vida.
Tú crees, pero esa creencia nunca penetra en la vida, nunca la transforma, nunca se convierte en parte intrínseca de ti, nunca circula por tu sangre, nunca la respiras, nunca late en tu corazón. Es simplemente "álgo inútil, a lo sumo, quizás ornamental, pero sin utilidad para ti. En determinados días acudes a la iglesia. Es una formalidad, una exigencia social. Y puedes hablar de Dios, de los Vedas, de la Biblia, del Corán, pero no eres sincero al hablar, no sientes lo que dices. Tu vida sigue sin eso, tu vida discurre por un camino totalmente distinto, no tiene nada que ver con la religión. observa... uno dice que es un musulmán, otro que es un hindú, otro un cris¬tiano, otro un judío. Sus creencias son diferentes, pero observa su vida y no notarás diferencia alguna. El musulmán, el judío, el cristiano, el hindú, todos viven la misma vida. Su vida no es ni rozada por sus creencias. De hecho las creencias no pueden tocar la vida, las creencias son artilugios, las creencias son astutos artilugios mediante los cuales dices, «Sé lo que es la vida» y así puedes descansar en paz, dejas de estar presionado por la vida. Sostienes un concepto y ese concepto te ayuda a racionalizar. De este modo la vida no te afecta mucho porque posees todas las respuestas a todas las preguntas.
Pero recuerda... a menos que la religión sea personal; a menos que la religión no sea abstracta, sino real, a menos que esté profundamente arraigada en ti, en tu ser, a menos que sea como uña y carne contigo, es inútil, no sirve de nada. Es la religión de los filósofos y no la religión de los sabios.
Entonces surge la tercera clase... y ésa es la verdadera clase. Las otras dos eran falsificaciones de la religión, pseudo dimensiones sin valor, facilonas, porque no suponen un reto para ti. La tercera es muy difícil, ardua. Es un gran reto. Creará una gran agitación en ti porque la tercera, la verdadera religión, dice que a Dios te has de dirigir de un modo personal. Has de provocarle y le has de permitir que te provoque y has de arreglártelas con El. En realidad, has de luchar con El, has de chocar con El. Has de amarle, has de odiarle, has de ser su amigo y has de ser su enemigo, has de hacer de la experiencia de Dios una experiencia viva.
Oí una vez de un niño y me gustaría que fueras como ese niñito. Era realmente muy inteligente...
Un niño se perdió durante una excursión campestre dominical. Su madre empezó a buscarle desesperadamente y pronto empezó a oír voces de niño que decían, «¡Estrella, Estrella!» .
Divisó al niño y rápidamente lo cogió por los brazos, «¿Por qué me estabas llamando por mi nombre, llamándome Estrella en vez de decirme mamá?», le preguntó, pues el niño nunca la había llamado así.
«No te podía llamar mamá», le dijo el niño, «porque este sitio está lleno de mamás».
Si dices «mamá», hay muchas mamás, las hay en todas partes. Has de llamarla de una forma personal, has de llamarla por su nombre.
A menos que te dirijas a Dios de una forma personal, llamándole por su nombre, nunca se convertirá en una realidad en tu vida. Puedes seguir llamándole «Padre», pero ¿de qué padre estás hablando? Cuando Jesús Le llamaba «Padre», se dirigía a El de un modo Personal. Cuando tú Le llamas así lo haces de forma absolutamente impersonal. Es cristiana, pero impersonal. Cuando Jesús Le llamaba «Padre» tenía un sentido. Cuando tú Le llamas «Padre» carece de sentido, no has establecido contacto alguno, no hay un verdadero contacto con El. Solamente la experiencia de la vida, que no es ni creencia ni filosofía, solamente la experiencia de la vida te hará capaz de que te dirijas a El personalmente. Entonces podrás encontrarle y a menos que encuentres a Dios, estarás simplemente engañándote a ti mismo con palabras... con palabras vacías, huecas, con palabras carentes de contenido.
Hubo un místico sufí muy famoso, Shaquiq se llamaba. Confiaba en Dios tan tremendamente, tan ciegamente, que vivió solamente de esa confianza.
Jesús les dice a sus discípulos, «Mirad esos lirios del campo, no se afanan y aun así son tan bellos y están tan vivos que ni Salomón en toda su gloria fue tan hermoso». Shaquiq vivía la vida de un lirio. Ha habido muy pocos místicos que han vivido así, pero ha habido gente que sí ha vivido así. La confianza es tan infinita, la confianza es tan absoluta que no hay necesidad de hacer nada. Dios va haciendo las cosas por ti. De hecho, aunque tú las hagas, El las está haciendo, lo único que ocurre es que tú piensas que eres tú el que las haces.
Un día un hombre acudió a Shaquiq acusándole de pereza, de desidia y le pidió que trabajara para él. «Te pagaré de acuerdo a tus servicios», añadió el hombre.
Shaquiq replico, «Aceptaría tu oferta si no fuera por unas cuantas objeciones. Primero, podrías ir a la bancarrota. Segun¬do, los ladrones podrían robar tus tesoros. Tercero, me des lo que me des, lo harás de mala gana. Cuarto, si descubres fallos en mi trabajo, probablemente me despedirás. Quinto, la muerte podría sobrevenirte y yo perdería la fuente de mi sustento».
«Sucede», dijo Shaquiq «que tengo un verdadero Maestro que carece de tales imperfecciones».
Eso es lo que es la confianza. Ten confianza en la vida y no podrás perder nada. Pero esa confianza no puede venir con el adoctrinamiento, esa confianza no llega a través de la edu¬cación, de la prédica, del estudio, del pensar, esa confianza llega tan sólo mediante el vivir la vida a través de sus opuestos, con todas sus contradicciones, con todas sus paradojas. Cuando, a pesar de las paradojas, llegas a un punto de equilibrio, surge la confianza. La confianza es un perfume del equilibrio, la fragancia del equilibrio.
Si realmente deseas llegar a la Verdad, abandona todas tus creencias. No te ayudarán. Una mente que cree es una mente estúpida. Una mente que confía es pura inteligencia. Una mente que cree es una mente mediocre. Una mente que confía se vuelve perfecta. La confianza la hace perfecta.
Y la diferencia entre el creer y el tener fe, confianza, es simple. No te estoy hablando del significado de las palabras en el diccionario. En el diccionario puede que sea así, que el creer sea tener confianza, que el tener confianza sea tener fe, que tener fe quiera decir creer. Yo estoy hablando de la Existencia. En un modo existencial la creencia es algo prestado; la confianza es algo tuyo. Crees en lo que crees, pero la duda subsiste escondida. El confiar no contiene nada de duda; es simplemente estar vacío de dudas. La creencia crea división en ti. Una parte de tu mente cree y una parte de tu mente niega. La confianza es una unidad de tu ser, de tu totalidad.
Pero ¿cómo puede tu totalidad confiar si nunca la has vivido? El dios de Jesús no te servirá, el dios de mi experiencia no te servirá, el dios de la experiencia de Buda no te servirá; ha de ser tu experiencia. Y si acarreas creencias te encontrarás una y otra vez con experiencias que no encajan con las creencias y entonces surgirá una tendencia de la mente a no creer en esas experiencias, a no darles importancia porque suponen una molestia. Ellas destruyen aquello en lo que crees y tú quieres aferrarte a tus creencias. Entonces, cada vez te irás volviendo más y más ciego a la vida. La creencia se convertirá en una venda para los ojos.
La confianza abre los ojos, la confianza no tiene nada que perder, la confianza significa que aquello que es real, es real, que puedo poner mis deseos y anhelos a un lado, porque no hacen a la realidad diferente, solamente pueden distraer a la mente de la realidad.
Si crees en algo y te encuentras con una experiencia de la cual la creencia dice que no es posible, o, que la experiencia es tal que has de abandonar la creencia, ¿qué es lo que vas a escoger? ¿La creencia o la experiencia? La tendencia de la mente es a escoger la creencia, a olvidarse de la experiencia. Así es como has estado perdiéndote muchas oportunidades cuando Dios ha estado llamando a tu puerta.
Recuerda que no eres solamente tú el que está buscando la Verdad. La Verdad también te está buscando. Muchas veces su mano se ha acercado a ti, casi te ha tocado, pero tú te encogiste. No encajaba con lo que creías y elegiste tu creencia.
Me contaron un chiste judío muy hermoso.
Es un chiste sobre un vampiro que una noche se dirigió a la habitación de Patrick O'Rourke para chuparle la sangre. Acordándose de las historias que su madre le había contado, O'Rourke agarró un crucifijo y lo esgrimió frenéticamente delante la cara del vampiro. El vampiro se detuvo por un instante; meneó su cabeza de modo apesadumbrado, chasqueó su lengua y comentó genialmente en el más puro acento yiddish,«¡Oy vey bubbula! (*)*N. «¡Oh vay bubbulla!» significa, «¡Oh no, querido!».
Si el vampiro hubiera sido cristiano, ¡de acuerdo! Puedes enseñarle la cruz, pero si el vampiro es judío, ¿entonces qué? Entonces, «Oy vey bubbula! ¡Te encontraste con el vampiro equivocado!»
Si crees en algo determinado y la vida no encaja con ello, ¿qué harás? Puedes seguir esgrimiendo tu crucifijo, pero el vampiro es judío y no hará caso de tu cruz. ¿Qué harás entonces?
La vida es inmensa y las creencias son muy pequeñas, la vida es infinita y las creencias son muy diminutas. La vida nunca encaja con ninguna creencia y si tratas de imponer la vida sobre tus creencias estarás tratando de conseguir lo imposible. Nunca ha sucedido ni nunca sucederá de modo natural. Abandona las creencias y empieza a aprender cómo vivir tus experiencias.
Ahora vayamos con esta historia.
Una vez, cuando los hasidas estaban reunidos sentados en hermandad, pipa en mano, el rabino Israel se unió al grupo.
Al ser un hombre muy afable le preguntaron, «Dinos querido rabino, ¿por qué deberíamos servir a Dios?»
Unas cuantas cosas sobre el hasidismo. En primer lugar, la palabra «hasid» proviene de una palabra hebrea que significa pío, puro. Se deriva del nombre «hased» que significa gracia.
Esta palabra «hasid» es muy hermosa. Todo el fundamento del hasidismo se basa en la gracia. No es que tú tengas que hacer algo. La vida ya te está sucediendo; tan sólo guarda silencio, mantente pasivo, alerta, receptivo. Dios desciende por su gracia no por tu esfuerzo. Por eso el hasidismo no prescribe austéridades. El hasidismo cree en la vida, en la alegría. El hasidismo es una de las religiones mundiales que afirma la vida. No contiene renunciación alguna, no has de renunciar a nada; más bien has de celebrar. Se dice que el fundador del hasidismo, Baal-Shem decía, «He venido para enseñaros un nuevo camino. No es de ayuno, ni de penitencia y tampoco es de indulgencia, sino de regocijo en Dios».
El hasida ama la vida. Intenta vivir la vida. Esa misma experiencia de la vida comienza a darte un equilibrio y en ese estado de equilibrio, algún día, cuando estés plenamente equilibrado, sin inclinarte ni a un lado ni a otro, cuando estés exactamente en el medio, trascenderás. El medio es trascender, el medio es la puerta desde donde uno trasciende.
Si realmente deseas conocer lo que es la Existencia, no es ni la vida ni la muerte. La vida es un extremo la muerte es el otro extremo. Y exactamente en el punto medio donde no existe ni la muerte ni la vida donde uno es, simplemente no nacido, inmortal En ese momento de equilibrio, de balance, la gracia desciende.
Me gustaría que todos os volvierais hasidas, receptores de: la gracia. Me gustaría que aprendierais esta ciencia, este arte del equilibrio.
La mente escoge los extremos muy fácilmente; hay gente que indulge; se complacen en la sensualidad, en la sexualidad, en la comida. En las ropas. En las casas. En esto y en lo otro. Hay gente que tiende a la complacencia. Se inclinan demasiado hacia la vida, se caen, se derrumban. Luego hay esa otra gente que viendo a la otra gente caerse de esa cuerda floja que es la Existencia hacia la complacencia, hacia el abismo que es la indulgencia se asustan. Empiezan a inclinarse hacia el otro extremo. Renuncian al mundo escapan, a los Himalayas, escapan de la esposa, de los niños, del hogar, del mundo, del mercado y se esconden en los monasterios. Han elegido el otro extremo. La complacencia es la vida extrema; la renunciación es la muerte extrema.
Por eso hay algo de verdad en el comentario de Friedrich Nietzsche sobre el hinduismo, «El hinduismo es la religión de la muerte». Hay algo de verdad cuando Nietzsche dice que Buda se asemeja a un suicida. La verdad es ésta: que puedes ir de un extremo al otro.
Todo el enfoque hasida es no escoger extremo alguno, es permanecer sencillamente en el medio, asequible a ambos extremos y no obstante trascenderlos; sin estar identificado con ninguno, sin estar ni obsesionado, ni aferrado a ninguno. Simplemente mantenerse libre disfrutando de ambos. Si es la vida la que llega, disfruta de la vida. Si es la muerte la que llega, disfruta de la muerte. Si, por su gracia, Dios da la vida, el amor,... bien. Si El envía la muerte, también debe ser bueno. Es su regalo.
Baal-Shem está en lo cierto cuando dice, «He venido para enseñaros el gozo de Dios». El hasidismo es una religión de celebración. Es la flor más pura de toda la cultura judaica. El hasidismo es la fragancia de toda la raza judía. Es uno de los fenómenos más bellos habidos en la Tierra.
Una vez cuando los hasidas estaban reunidos sentados en hermandad...
El hasidismo enseña la vida en comunidad. En un enfoque comunal. Se dice que el hombre no es una isla, que el hombre no es un ego. No debería ser un ego, no debería ser una isla. El hombre debería vivir una vida de comunidad.
Aquí estamos desarrollando una comunidad hasida. El vivir en comunidad es vivir en amor, el vivir en comunidad es vivir es compromiso, ocupándote de los demás.
Hay muchas religiones que están muy, muy orientadas hacia el yo, que solamente piensan en el yo; que nunca piensan en la comunidad. Su único pensamiento es cómo me voy a liberar, cómo conseguir mi liberación, cómo puedo alcanzar el moksha, mi libertad, mi liberación, mi salvación. . Pero todo está precedido por el «mí», por el «yo». Y esas religiones tratan por todos los los medios de abandonar el ego, pero todo su esfuerzo se basa en el ego. El hasidismo dice que si quieres dejar a un lado el ego, el mejor modo es vivir en una comunidad, es vivir con gente, preocuparte por la gente, de su alegría, de su tristeza, de su felicidad, de su vida, de su muerte. Crea un preocuparte de los demás, implícate y entonces el ego desparecerá por sí mismo. Y cuando el ego ha desaparecido, eres libre. El ego no puede ser libre; solamente hay un «liberarse del ego».
El hasidismo emplea la vida en comunidad como un artilugio. Los hasidas han vivido en pequeñas comunidades y han creado hermosas comunidades, muy alegres, con bailes y disfrutando de las pequeñas cosas de la vida. Convierten a las pequeñas cosas de la vida en sagradas. Hacen sagrados los pequeños hechos diarios: el comer, el beber. Todo adquiere la cualidad de la plegaria. Lo común de la vida deja de ser común, es insuflado con la gracia divina.
Una vez cuando los hasidas estaban reunidos sentados en hermandad...
Esta es la diferencia. Si ves a los monjes jainos sentados nunca los verás en hermandad. No es posible. Su enfoque es distinto. Cada monje jaino es una isla, pero los hasidas no son islas. Son continentes, en hermandad profunda.
Recuérdalo. La comunidad que me gustaría creciera aquí debería ser más hasida, menos como los monjes jainos, porque un hombre solo, encerrado en sí mismo, es algo feo. La vida está en el amor, la vida está en el fluir, en el dar y el tomar y el compartir.
Puedes ir a un monasterio jaino o a un templo jaino donde los monjes jainos están sentados. Simplemente observa. Verás como todo el mundo está encerrado en sí mismo, sin relacionarse. Eso es en lo que se esfuerzan: en no relacionarse. Todo el esfuerzo se centra en cómo desconectarse de toda relación. Pero cuanto más te desconectas de la comunidad y de la vida, más muerto estás. Es muy difícil encontrar a un monje jaino que esté todavía vivo. Y lo sé bien porque yo nací en una familia jaina y los he estado observando desde mi infancia, ¡Me quedaba asombrado ¿Qué calamidad puede haberles sucedido a esa gente? ¿Que es lo que fue ma? Están muertos. Son cadáveres. Si te acercas a ellos sin ningún prejuicio, sin pensar que son grandes santos, si simplemente vas, observando sin prejuicio alguno, te quedará sorprendido, anonadado", ¿Qué enfermedad, qué mal, ha afectado a esa gente? Están, neuróticos. Su preocupación por sí mismos se ha convertido en su neurosis.
La comunidad ha perdido completamente todo su significado para ellos, pero todo Significado está en la comunidad. Recuerda... cuando ames a alguien, no es solamente que le ames, es que al dar creces. Cuando el amor empieza a fluir entre tú y el otro, ambos resultáis beneficiados. Y en ese intercambio de amor vuestras potencialidades, se actualizan.
Así es como sucede la auto-realización. Ama más y serás más; ama menos y seras menos. Siempre serás en proporción a tu amor. La proporción en que amas es la proporción en que eres.
Una vez cuando los hasidas estaban reunidos sentados en hermandad, pipa en mano...
¿Puedes imaginarte a un santo pipa en mano?
...pipa en mano el rabino Israel se unió al grupo.
Ha de permitirse que la vida sea santificada, que sea consagrada, incluso hasta una pipa. Puedes fumar como si rezaras o puedes rezar como si no rezaras. No es una cuestión de lo que hagas... puedes ir al templo; puedes ir a la mezquita, pero aun así puedes rezar como si no oraras. Depende de ti; depende de la cualidad que le confieras a tu oración. Puedes comer, puedes fumar, puedes beber y puedes hacer todas esas pequeñas cosas, esas cosas mundanas, con tal gratitud que se convertirán en oración.
La otra noche vino un hombre. Se postró ante mí y me tocó los pies. En la forma en que lo hacía había, lo pude ver, muy poco de reverencia. Era hindú y lo estaba haciendo como si fuera un deber, puede que ni fuera consciente de lo que estaba haciendo. Así se le debió de educar, pero yo sentí, pude ver, que su energía era absolutamente irreverente. Y me preguntaba a que había venido. Quería hacerse sanyasin. Nunca digo que no, pero deseé decírselo. Pensé por un instante en hacerlo. Si le rechazaba, no parecería correcto, pero el hombre estaba, absolutamente equivocado. Finalmente le dije, «De acuerdo, te daré sanyas», porque no podía rechazarle, no podía decirle no. Me es muy difícil emplear esa palabra.
Por eso le di sanyas y entonces todo se volvió claro. Inme¬diatamente después del sanyas me dijo, «Me he arrodillado a tus pies, ahora ayúdame. He sido desplazado» - él estaba en el ejército - «he sido desplazado a un destacamento en Palampur. Osho, con tu poder espiritual, ayúdame-a que sea transferido a Ranchi».
Mi poder espiritual ha de ser empleado para que él sea transferido a Ranchi. ¿Qué clase de concepto tiene él del poder espiritual? Ahora todo estaba claro. No estaba interesado en el sanyas; el que él tomara sanyas era un soborno. Debió de pensar que si él pedía para que fuera transferido sin haber tomado sanyas, no sería lo correcto. Por eso primero se o sanyasin y luego lo pidió."
El pensar en estos términos es sencillamente irreverente, poco espiritual. El dice que es un seguidor de Paramahansa Yogananda y la forma en que lo dijo fue sumamente egoísta, sintiéndose muy orgulloso, muy superior.
«Soy seguidor de Paramahansa Yogananda. Soy un discípulo. He estado trabajando sobre mí durante muchos años y por eso quiero ir a Ranchi». Ranchi es el centro de los discípulos de Paramahansa Yogananda.
Ese hombre carecía absolutamente de espiritualidad. No había nada de espiritual, de reverente en su enfoque.
Lo que quiero que veas claro es esto: que no depende de lo que hagas. Puedes tocar mis pies de modo irreverente. Entonces eso no tiene sentido. Pero puedes fumar y puedes hacerlo de una forma tan reverente que tu oración alcance a Dios.
Eso es muy difícil para la gente que tiene ideas fijas sobre la religión, la espiritualidad, pero a mí me gustaría que te volvieras más líquido. No tengas ideas fijas. Observa.
... pipa en mano, el rabino Israel se unió al grupo.
Al ser un hombre muy afable le preguntaron, «Dinos querido rabino ¿por qué deberíamos servir a Dios?»
Sí, solamente en profunda amistad se puede preguntar. Y solamente en profunda amistad se puede contestar. Entre el Maestro y el discípulo se establece una profunda amistad. Es una relación de amor. Y el discípulo ha de esperar el momento apropiado y el Maestro también ha de esperar el momento apropiado, cuando la amistad es un flujo, cuando desaparecen los obstáculos, cuando se pueden contestar las preguntas. O incluso, a veces, sin responder, aquellas pueden ser contestadas. Incluso sin verbalizar puede ser entregado el mensaje.
El se vio sorprendido por la pregunta y replicó, «¿Cómo voy a saberlo?»
En realidad, ésa es la respuesta de todos aquellos que saben: «¿Cómo voy a saberlo?»
«¿Cómo servir a Dios? Estás planteando, una pregunta tan importante que yo no soy digno de contestar, dijo el Maestro, «¿Cómo voy a saberlo?»
No se puede saber nada del amor, no, se puede saber nada de cómo servir a Dios. Es muy difícil.
Pero entonces les contó esta historia...
Primero les dice, ¿Cómo voy a saberlo?» Primero les dice que el conocimiento aplicado a tales cosas no es posible. Primero les dice que no les puede aportar nada de saber sobre estas cosas. Primero dice que no te puede hacer más sabio con respecto a estos temas. No existe la forma. Pero entonces cuenta esta historia.
Una historia es absolutamente diferente a hablar de teorías. Una historia es algo más vivo, más revelador. No dice mucho, pero enseña mucho: Todos los grandes Maestros han utilizado las historias, las parábolas, las anécdotas. El motivo es que, si dices algo directamente, eso duele mucho. Una expresión directa es demasiado cruda, primitiva, ruda, desagradable. La parábola dice eso mismo de una forma indirecta. Lo hace más suave, lo hace más poético, menos lógico, más cercano a lo vital, más paradójico. No puedes emplear un silogismo refi¬riéndote a Dios, no puedes emplear argumento alguno, pero sí puedes contar historias.
Y la raza judía es una de las razas de la Tierra más ricas en historias. Jesús era judío y ha contado algunas de las más bellas parábolas que jamás se han contado. Los judíos han aprendido a contar historias. De hecho, los judíos no saben mucho de filosofías, pero tienen bellas parábolas filosóficas. Dicen mucho. Sin decirlo, sin apuntar nada directamente, crean una atmósfera. En esa atmósfera algo puede ser enten¬dido. Ese es todo el porqué de una parábola.
Pero entonces les contó esta historia...
Primero les dijo, «¿Cómo voy a saberlo?». Primero niega simplemente cualquier posibilidad de saber algo sobre ello. Un filósofo diría, «Sí lo sé». Un filósofo propondría una teoría en términos claros, lógicos, matemáticos, en silogismos, de forma argumentativa. El trata de convencer. Puede que no te convenza, pero te obliga a guardar silencio.
Una parábola nunca trata de convencerte. Te toma por sorpresa, te persuade, te cosquillea en tu interior más profundo.
En el instante en que el Maestro dice, «¿Cómo voy a saberlo?», les está diciendo, «Relajaos, no os vaya dar ninguna explicación, no os vaya dar teoría alguna... Y no necesitáis estar preocupados porque os vaya a intentar convencer. Simplemente disfrutad de la parábola, de esa pequeña historia». Cuando te pones a escuchar una historia, te relajas. Cuando escuchas una teoría, te pones tenso. Y eso que crea tensión en ti no puede ser de mucha ayuda. Es destructivo.
Pero entonces les contó esta historia...
Hubo una vez dos amigos del rey y ambos resultaron ser culpables de un crimen.
Puesto que el rey les amaba quiso ser clemente con ellos, pero no los pudo exculpar porque ni la palabra de un rey puede prevalecer sobre la justicia.
De modo que dictó esta sentencia.
Se tendería una cuerda sobre un profundo abismo y uno tras otro, los dos tendrían que cruzar por ella.
El que llegara al otro lado tendría garantizada su vida.
Una parábola posee cierta atmósfera, una atmósfera muy hogareña como si tu abuela te estuviera contando un cuento y tú te fueras quedando dormido. Los niños piden, «Cuéntanos cuentos». Eso les ayuda a relajarse y a quedarse dormidos. Una historia es algo muy relajante y no crea presión alguna en tu mente. Más bien empieza a jugar con tu corazón. Cuando escuchas una historia no la escuchas desde la cabeza, no puedes escuchar una historia con la cabeza. Si la escuchas con la mente, te la perderás. Si la escuchas desde la cabeza no existe la posibilidad de que comprendas la historia. Una historia ha de entenderse con el corazón.
Por eso es que las razas y los países que son muy mentales no son capaces de comprender bellos chistes. Por ejemplo, los alemanes no son capaces de entenderlos. Son una de las razas más inteligentes del mundo, pero no tienen una buena provisión de chistes.
Un hombre le estaba diciendo a un alemán, -lo acabó de oír en el ashram - le estaba diciendo a un alemán que acababa de escuchar una gracioso chiste alemán.
El alemán le dijo, «Recuerda que soy un alemán».
A lo que el hombre replicó, «Vale, entonces te lo contaré muy, muy despacio».
Es muy difícil. Alemania es el país de los profesores, de los lógicos, de Kant, de Hegel y de Feuerbach, y ellos siempre han estado pensando a través de la mente. Han cultivado la mente, han creado grandes científicos, lógicos, filósofos, pero se han perdido algo.
En la India no abundan los chistes, hay una gran pobreza de espíritu. No puedes encontrar un sólo chiste específicamente hindú, no. Todos los chistes que se cuentan en la India son tomados de Occidente. No existen los chistes hindúes. No he descubierto ninguno. Y puedes creerme porque conozco todos los chistes del mundo! No existe, como tal, ningún chiste hindú. ¿Por qué razón? Son, de nuevo, gente muy intelectual. Han estado elaborando y enhebrando teorías. Desde los Vedas hasta Sarvapalli Radhakrishnan han estado elaborando y tejiendo teorías y más teorías y se han metido en ello tan intensamente que se han olvidado de cómo contar una bella historia o cómo hacer un chiste.
El rabino empezó a narrar esa bella historia. Los discípulos se debieron de relajar, se debieron de poner atentos y relajados. Esa es la belleza de una historia. Cuando se te cuenta la historia te mantienes atento, pero no tenso. Puedes estar relajado y al mismo tiempo atento. Surge una atención pasiva cuando escuchas un relato. Cuando estás escuchando una teoría te pones muy tenso porque si te pierdes una sola palabra puede que no seas capaz de comprenderla. Te concentras más. Cuando escuchas una historia te vuelves más meditativo, no hay mucho que perder. lncluso si te pierdes algunas palabras, no te perderás nada porque si sientes la historia, la entenderás. No depende tanto de las palabras.
Los discípulos se debieron de relajar y el Maestro les contó esta historia.
De modo que dictó esta sentencia.
Se tendería una cuerda sobre un profundo abismo y uno tras otro, los dos tendrían que cruzar por ella.
El que llegara al otro lado tendría garantizada su vida.
Esta frase es muy significativa, «El que llegara al otro lado tendría garantizada su vida».
Jesús les dice repetidamente a sus discípulos, «Venid a mi si deseáis tener vida en abundancia. Si queréis vida en abundancia, venid a mí». Pero la vida en abundancia únicámente es obtenida por aquellos que trascienden la vida y la muerte, que trascienden la dualidad, que pasan a la otra orilla. La otra orilla, el otro lado, es simplemente un símbolo de lo trascendental. Pero es solamente un apunte. No se dice nada determinado; sólo se indica algo.
Y entonces la historia sigue.
Se hizo como el rey había ordenado y el primero de los amigos cruzó sano y salvo.
Esas son las dos clases de personas.
La primera sencillamente cruza sana y salva. Por lo general, nos gustaría preguntar cómo caminar por una cuerda floja. Una cuerda floja se tiende sobre un abismo. Es algo peligroso. Generalmente nos gustaría conocer el cómo, el método, el medio, la forma de cómo hacerlo. Nos gustaría saber el cómo, la técnica. Debe de haber una técnica. Durante siglos la gente ha caminado en la cuerda floja.
Pero el primero simplemente camina sin preguntar, sin ni siquiera esperar al otro. Esta es la tendencia natural: dejar al otro ir primero. Al menos así podrás observarle y ver aquello que puede serte de ayuda. No. El sencillamente caminó. Debe de haber sido un hombre de tremenda confianza, debe de haber sido un hombre de una confianza indestructible, debe de haber sido un hombre que aprendió una cosa en la vida: que solamente hay una forma de vivir y ésa es ,vivir, el experimentar. No hay otra forma.
No puedes aprender a caminar por la cuerda floja viendo cómo lo hace uno que camina en la cuerda floja. No, nunca. Porque el quid no está en algo tecnológico que puedas observar desde el exterior. Es cierto equilibrio interior que solamente conoce el que anda. Y no puede ser transferido. El no puede contárnoslo, no puede ser verbalizado. Nadie que sea capaz de caminar en la cuerda floja puede explicar a otro cómo se las arregla.
Vas en bicicleta. ¿Puedes explicar cómo lo haces? Sabes equilibrarte, es cómo caminar en la cuerda floja, con las dos ruedas en línea recta. Y vas rápido y confías. Si alguien te pre¬gunta cuál es el secreto, ¿puedes reducirlo a una pura fórmula, como el HP? ¿Puedes resumirlo en una máxima? No dices, «Este es el principio. Yo sigo este principio». Tú dirás, «La única forma es que vengas y te sientes en la bici y yo te ayudaré a montar. Caerás unas cuantas veces y luego descubrirás que la única manera de saber cómo hacerla, es hacerla». La única manera de aprender a nadar es nadando, con todos los peligros que eso implica.
El hombre que fue en primer lugar debió de tener una profunda comprensión de su vida, de que la vida no es un libro de texto. No se te puede enseñar sobre esto. Has de vivirlo. Y debió de ser un hombre de una consciencia extraordinaria. No dudó, sencillamente caminó como si siempre hubiera estado caminando por la cuerda floja. Nunca antes había caminado por ella. Esa era la primera vez.
Pero para un hombre de consciencia todo es una primera vez y un hombre de consciencia es capaz de hacer cosas, aunque las haga por primera vez, de un modo perfecto. Su eficiencia no proviene de su pasado, su eficiencia proviene de su presente. Recuerda esto. Puedes hacer las cosas de dos maneras. Puedes hacer algo porque lo hayas hecho ante¬riormente, de modo que sepas cómo hacerlo. No necesitarás estar presente, podrás hacerla sencillamente de un modo mecánico. Pero si no lo has hecho antes y lo vas a hacer por primera vez, has de mantenerte tremendamente alerta porque no tienes experiencia alguna del pasado. Por eso no puedes confiar en la memoria; has de confiar solamente en la consciencia.
Esas son las dos formas de hacer las cosas. O bien funcionas desde la memoria, desde lo que sabes, desde el pasado, desde la mente, o funcionas conscientemente, en el presente, desde la no-mente.
El primer hombre debió de ser un hombre de no-mente, un hombre que sabía que simplemente has de mantenerte alerta y ver qué sucede. Y suceda lo que suceda, está bien. Un gran valor.
...y el primero de los amigos cruzó sano y salvo.
El otro, sin haberse movido aún, le gritó, «¿Dime amigo, ¿cómo te las apañaste para cruzar?»
El segundo es la mente de la mayoría', la mente de las masas. El segundo quiere saber primero ..cómo cruzar.
¿Existe un método? ¿Existe alguna técnica que haya de aprender? Está esperando a que el otro se la diga.
«¿Dime amigo, ¿cómo te las apañaste para cruzar?»
El otro debió de ser uno que creía en el saber. El otro debió de ser uno que creía en la experiencia de los demás.
Mucha gente acude a mí. Me dicen, «Osho, dinos, ¿qué te ha ocurrido?» Pero, ¿qué puedes hacer? Buda lo explicó, Mahavira lo explicó, Jesús lo explicó, ¿y qué has hecho con ello? A menos que te suceda a ti, es inútil. Puedo contarte una historia más y podrás incorporar esa historia a tu colección de recuerdos, pero eso no te va a ayudar.
Esperar del saber de los demás es esperar en vano porque eso que te puede ser dado por los demás carece de valor alguno y aquello que posee un valor no puede ser dado ni transferido.
El primero le contestó, «No sé como lo hice, pero sólo sé una cosa: ...»
Aun habiendo cruzado, lo único que le dijo fue: «No sé cómo lo hice, solamente te puedo decir esto...» porque, en realidad, la vida nunca se convierte en conocimiento. Permanece siendo una experiencia, nunca conocimiento. No puedes verbalizarlo, conceptualizarlo, exponerlo en una detallada teoría.
El primero le contestó, «No sé como lo hice, pero sólo sé una cosa:
cuando sentía que me iba hacia un lado, me inclinaba hacia el otro».
«Solamente puedo decirte esto: que hay dos extremos, la izquierda y la derecha y que cuando sentía que me inclinaba demasiado hacia la izquierda y perdía el equilibrio, me inclinaba hacia la derecha. Pero, de nuevo tenía que reequilibrarme porque me iba demasiado hacia la derecha y perdía otra vez el equilibrio. Y de nuevo tenía que inclinarme a la izquierda».
Por eso dijo dos cosas. Una, «No puedo expresarlo como un método. Solamente puedo indicarlo. No sé exactamente cómo lo hice, sólo sé que únicamente puedo darte esta pista: Y no sirve de mucho. En realidad no hace falta que la conozcas. Te encontrarás con el hecho tú mismo. Eso es lo que te puedo decir».
Se le preguntó una y otra vez a Buda, «¿Qué es lo que te ha sucedido?», y él siempre decía, «No soy capaz de decírtelo, pero sí puedo decirte cuáles fueron las circunstancias en que eso ocurrió. Eso puede serte de ayuda. No puedo expresarte nada sobre la Verdad última, pero puedo decirte cómo, por qué camino, con qué método, en qué situación estaba yo cuando me sucedió, cuando la gracia descendió sobre mí, cuando la bendición llegó a mí».
El hombre dice, ...cuando sentía que me iba hacia un lado, me inclinaba hacia el otro.
«Eso es todo. No es mucho. Así es cómo me equilibré, así es cómo me sostuve en el medio». Y en el medio está la gracia.
El rabino les está diciendo a sus discípulos, «¿Me pre¬guntáis cómo debemos servir a Dios?» Lo estaba indicando con esta parábola: permaneced en el medio.
No os excedáis mucho ni renunciéis en exceso. No perma¬nezcáis demasiado en el mundo y no escapéis de él. Mantened un equilibrio. Cuando sientes que te estás excediendo en demasía, inclínate hacia la renunciación, y cuando sientas que renuncias en exceso, que te estás convirtiendo en un asceta, inclínate de nuevo hacia la complacencia. Mantente en el medio.
En las carreteras, en la India, encontrarás señales que indican, «Vaya por la izquierda». En América encontrarás, «Vaya por su derecha». En el mundo solamente hay dos clases de personas: las que van por la derecha y las que van por la izquierda. La tercera clase es el pináculo mismo de la consciencia. Y la regla es: «Mantente en el medio». No trates de hacerla en la carretera, sino en la vida. Mantente en el medio. Nunca por la izquierda, nunca por la derecha. Simplemente en el medio.
Y en el medio surgirán destellos de equilibrio. Un punto -puedes entenderlo, puedes sentirlo- en el que no te estás inclinando hacia ningún extremo. Estás exactamente en el medio. En ese mínimo instante, de repente, surge la Gracia; todo está en equilibrio.
Y así es cómo uno puede servir a Dios. Permanece en equilibrio y así servirás a Dios. Permanece en equilibrio y Dios estará a tu alcance y tú estarás al alcance de Dios.
La vida no es tecnología, ni una ciencia. La vida es un arte, o sería mejor el llamarla una habilidad. Has de sentirla. Es cómo el caminar por la cuerda floja.
El rabino escogió una bella parábola. No habló en absoluto de Dios, no habló para nada de servir, no contestó directamen¬te la pregunta. Los discípulos debieron de olvidarse de la pregunta; esa es la belleza de una parábola. No divide tu mente en pregunta y respuesta, simplemente te da un atisbo de cómo son las cosas.
La vida no tiene un método. Recuérdalo, la vida no es americana, no posee una tecnología. La mente americana, o para ser más específicos, la mente moderna, tiende a crear tecnologías en todas las cosas. Incluso en la meditación, la mente moderna inmediatamente tiende a crear una tecnología. Entonces surgen las máquinas y el hombre se va perdiendo y perdemos todo contacto con la vida.
Recuerda, hay cosas que no pueden ser enseñadas, si no que solamente pueden ser aprehendidas. Yo estoy aquí, puedes observarme, puedes mirarme y verás en mí un equilibrio y un silencio. Es casi tangible, puedes tocarlo, puedes oírlo, puedes verlo. Está aquí. No puedo decir lo que es, no puedo darte técnicas específicas de cómo llegar a él. Cómo máximo puedo contarte unas cuantas parábolas, unas pocas historias. Serán sólo indicaciones. Aquellos que comprendan dejarán que esos indicios caigan en sus corazones como semillas. A su debido tiempo, en la estación propicia, germinarán, y el día en que vivas lo mismo que yo estoy viviendo, me comprenderás. Yo he cruzado a la otra orilla. Tú estás gritando desde el otro lado, «Dime amigo, ¿cómo te las arreglaste para cruzar?» Solamente puedo decirte una cosa, «No sé como lo hice, pero sólo sé una cosa:
cuando sentía que me iba hacia un lado, me inclinaba hacia el otro».
Mantente en el medio. Mantente continuamente alerta para no perder el equilibrio y entonces las cosas se arreglarán por sí mismas.
Si eres capaz de permanecer en el medio, permanecerás accesible a Dios, a su gracia. Si eres capaz de mantenerte en el medio, te volverás un hasida, te convertirás en un receptáculo de la gracia. Y Dios es gracia. No puedes hacer nada por encontrarle. Solamente puedes hacer una cosa: no obstaculizar su camino. Y siempre que te desplazas a un extremo te tensas tanto que esa misma tensión te hace demasiado sólido. Siempre que estás en el medio, esa tensión desaparece, te vuelves líquido, fluido y dejas de obstaculizar el camino. Cuando estás en el medio dejas de estar obstaculizando el camino de Dios, o, déjame decírtelo así, cuando estás en el medio dejas de ser. Exactamente en el medio sucede este milagro: tú no eres nadie, tú eres una «nada».
Esta es la clave secreta. Puede abrirte la cerradura del misterio, de la Existencia.